Éste es el último artículo antes de la convocatoria electoral del próximo mes de mayo. Y no tengo muy claro que sea también el último artículo que sale de mi pluma. Siempre he pensado que los cargos electos no deben perpetuarse en el poder y que los ciudadanos tienen el derecho a no ver como se enriquecen año tras año a costa de sus bolsillos. Más de 8 años en el poder, del estamento institucional que sea, me parece una puerta abierta a corruptelas o, como poco, a una malsana profesionalización de la cosa pública en detrimento de nuevos aires más frescos y puros. Eso lo tengo claro respecto de aquellos que detentan el gobierno. Cosa distinta es permanecer en la oposición. Ese solitario lugar, en mi caso, en el que no puedes tomar decisiones y tan sólo ver cómo otros las toman, fiscalizarlas y, como mucho, hacer aportaciones. Parece evidente que desde ese rincón poco se puede “chupar”, y las aportaciones dependerán del buen criterio o aprecio con el que aquellos que gobiernan puedan dispensarte. En mi caso, pese a las evidentes diferencias ideológicas (curioso y desfasado concepto), siempre he percibido ese buen criterio y aprecio. Por ello, algunas de mis aportaciones han tenido eco. Mis consejos también han sido escuchados en muchas ocasiones. Tanto en el mandato anterior como en éste, he tenido la suerte de conocer a buenas personas preocupadas más por el bienestar de nuestros vecinos que a radicales con coletas fanatizados en su lucha anticolonial (aunque alguno de éstos también). Me he sentido apreciado y respetado por todos mis compañeros (incluso por aquél mientras lo fue) y creo que a todos he correspondido. Cierto es que en ocasiones la pugna política pueda haber generado alguna tensión que, sin quererlo, se pueda haber llevado al plano de lo personal. Nunca más lejos de mi intención. He intentado mantener los colores con los que mis vecinos me eligieron y lo he hecho con orgullo. En ocasiones sin demasiada convicción porque no en todo puedo comulgar con lo que mi partido proponga. Por suerte he gozado de autonomía suficiente como para mantener mi propio criterio. Y ahora me encuentro en la tesitura de volver a presentarme o no. Mi partido me lo pide y yo, decepcionado de la política de partidos y políticos profesionales o corruptos (que en el mío también los hay) me resisto. Sólo encuentro un motivo para volver a poner mi cara con las siglas del PP…seguir sirviendo a Alella en compañía de la buena gente con la que comparto pleno municipal. Hasta siempre o…hasta pronto.